Saltar al contenido

La Plaza de Puerta Cerrada y el lema de Madrid

Comparte tu ilusión por Madrid

En nuestro peculiar homenaje a las plazas de Madrid que suelen pasar desapercibidas y después de contaros los secretos de la Plaza de Ramales, hoy os vamos a hablar de la Plaza de Puerta Cerrada, un concurrido lugar de paso del que sin embargo mucha gente no conoce la historia o los secretos que también encierra.

El primer misterio es el de su nombre, pues no hay ninguna puerta en la plaza, ni abierta ni cerrada. Esto es porque la puerta a la que se refiere pertenecía a la primitiva muralla cristiana de Madrid y dejó de existir en tiempos de Felipe II. Según el grabado realizado en el siglo XVI por Antonio de Wyngaerde, era una puerta con forma de arco de medio punto y flanqueada por dos torreones. Originalmente se llamaba Puerta de la Sierpe o de la Culebra, en referencia a su decoración con el relieve de lo que López de Hoyos describió como un temible dragón, que él mismo relacionó con un escudo de armas traído a Madrid por los griegos, con los que se llegó a vincular la fundación de la ciudad. En el siglo XIX, cuando se encontró el relieve del “temible dragón” alado al realizar el ensanche de la zona de Puerta Cerrada, éste se incorporó durante un tiempo al escudo de Madrid, que todavía se conserva en la Puerta de España del Retiro.

Pero el acceso por esta puerta hacía también honor a su nombre original, ya que era un espacio angosto y tortuoso, en doble eje acodado, que, como se dice en los documentos medievales, provocaba que “ni los de dentro podían ver a los fuera, ni al contrario los de fuera a los de dentro”. Parece que se convirtió así en el lugar ideal de los “facinerosos” para apostarse a esperar a incautos que entraran o salieran de la ciudad y desplumarlos al resguardo de ojos vigilantes. Por esta razón se cree que el concejo mandó cerrar la puerta, hasta que tiempo después la zona se llenó de población con el desarrollo de arrabales, pero la plaza ya nunca perdería el nombre de esa puerta que hasta entonces había sido más bien inútil.

Pero no faltan explicaciones alternativas al origen de este nombre. Otra de las que parecen más verosímiles es que hubiera que cerrarla durante largas temporadas debido al desbordamiento de la laguna que había en la explanada adyacente, donde ahora se encuentra la cruz de piedra, y que arrastraba inmundicias que, si no se evitaba, contaminaban las aguas del cercano arroyo de San Pedro, que bajaba por la actual Calle de Segovia. Se sabe que durante las últimas décadas del siglo XV y primeras del XVI (la laguna se desecó en 1517) la puerta estuvo inutilizada por los desperfectos causados precisamente por uno de estos desbordamientos.

De la antigua muralla medieval de la que formaba parte la puerta ya no queda prácticamente nada, pero integrados en algunos de los inmuebles de la plaza se conservan los restos arqueológicos de más valor, vestigios del adarve, del pretil y de un torreón.

En la plaza hubo también una fuente pública, como en casi todas las plazas de Madrid, que proveía a los habitantes de la zona de agua potable que llegaba del viaje del Bajo Abroñigal desde el siglo XVII. Pero en la actualidad queda sólo una cruz de piedra como las muchas que adornaban las intersecciones de calles y las entradas a ciudades como humilladeros o cruces de término, hitos que mostraban la piedad de la población y que servían también de estaciones del Vía Crucis. La cruz de Puerta Cerrada es la única de este tipo que ha sobrevivido en Madrid a D. José de Marquina, llamado el alcalde ateo, que decretó retirarlas todas; se construyó en 1738 y su base sirvió además como respiradero precisamente del viaje de agua del Abroñigal.

Pero aún hay otro detalle que no suele pasar desapercibido en la plaza y que, sin embargo, poca gente sabe explicar. Pintada en la pared de una de las casas de la plaza hay una frase que dice “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”.

Esta frase procede del escudo más antiguo de Madrid, anterior a 1200, en el que aparecía sobre un pedernal semisumergido en agua y sujeto por dos eslabones que hacían que salieran chispas de la piedra. La frase completa que aparecía en este escudo era “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son. Ésta es mi insignia y mi blasón” y es el lema de Madrid, recuperado en época de Tierno Galván en esta pintura de Alberto Corazón, en la que aparece también reinterpretada la decoración de aquel escudo.

“Fui sobre agua edificada” se refiere a la fundación de Madrid por los musulmanes sobre un terreno rico en acuíferos y arroyos, como el que corría por la Calle Segovia abajo o el del Abroñigal, y que también provocaba que algunas zonas de la ciudad, como la zona de Puerta Cerrada o la propia Plaza Mayor, fueras pantanosas.

“MIs muros de fuego son” se refiere a la muralla que, como fortaleza originalmente y como ciudad después, defendió a Madrid. Estaba realizada con pedernal, piedra muy abundante en el entorno. Al recibir estas piedras el impacto de las flechas saltaban chispas que, especialmente de noche, hacían que pareciera que estaba hecha de fuego.

De nuevo una plaza sorprendente y llena de misterios en pleno centro de Madrid. Si queréis saber más de ella, ¡no dejéis de venir a nuestro Madrid de los Austrias!


Comparte tu ilusión por Madrid

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO