El otoño, con el comienzo del curso y la vuelta a la rutina, es una época para renovarse y abordar nuevos proyectos. Eso han pensado desde La Pecera, el emblemático restaurante-cafetería del Círculo de Bellas Artes, que estrena carta y página web con un concepto renovado pero fiel a su esencia y respetuoso con su ya larga histórica.
La Pecera fue, de hecho, inaugurada por Alfonso XIII en 1926 como “Sala de Conversaciones” y se convirtió desde entonces en un lugar de reunión obligado en el panorama de las tertulias de café madrileñas, donde acudían todo tipo de personajes del mundo de la cultura, el arte y la ciencia: artistas, escritores, intelectuales, toreros, actores… Uno de sus visitantes más ilustres y asiduos fue Santiago Ramón y Cajal que, en los últimos años de su vida, hacía invariablemente acto de presencia cada tarde en La Pecera y, en un lugar resguardado de las miradas, se quedaba allí, sin ningún tipo de acompañamiento humano o material, a solas con sus pensamientos hasta que anochecía.
La Pecera, ese nombre tan peculiar que tiene este espacio y que como tantos otros repartidos por la ciudad denotan el gusto de los madrileños por los sobrenombres tan socarrones como ajustados, le viene al restaurante por la altura de los petos de sus ventanales, cuidadosamente medidos por el arquitecto Antonio Palacio, diseñador del edificio, para que los socios (especialmente los de avanzada edad según se dice) pudieran seguir discretamente con la mirada a las jóvenes que pasaban por delante de la fachada del Círculo. Para ello, el peto del ventanal les quedaba a la altura del cuello, por lo que desde fuera sólo se les veía la cabeza, como si fueran peces…
Además, por su especial ubicación en el Círculo de Bellas Artes, la decoración de La Pecera es como un museo, con los preciosos frescos de Ramón Zaragoza y pinturas de artistas como Antonio Moñuz Degraín o José Aguilar. Y seguro que cualquiera de vosotros que haya entrado en La Pecera se habrá fijado en la sugerente escultura de El Salto de Leucade, de Moisés Huerta, que tras pasar por varias ubicaciones dentro del propio Círculo acabó quedándose en La Pecera desde 1930. Incluso durante la Guerra Civil, cuando La Pecera se utilizó como espacio para tramitar los abastecimientos, la estructura con ventanillas que se construyó a tal efecto salvó la escultura para no tener que trasladarla.
Hoy en día La Pecera sigue siendo punto de encuentro y lugar de reunión tanto para rostros conocidos como anónimos por su ambiente acogedor y por el halo especial de su atmósfera, un poso de cultura que ha ido quedando entre sus paredes desde hace ya casi 90 años.
Pero descendiendo a las necesidades del cuerpo y dejando un momento de lado las del espíritu, como os decíamos al comienzo del post La Pecera presenta desde este atoño una oferta gastronómica renovada con un menú diario -en almuerzo y cena- variado y ajustado en precio a la zona en la que se encuentra, así como una cuidada carta de temporada basada en productos mediterráneos y de mercado bien elaborados. Destaca además su carta de vinos y de cócteles, en la que, como no podía ser de otra manera, abundan las ginebras y vodkas más exclusivos (recuerda que hoy en Madrid no eres nadie hasta que no sabes nombrar 10 marcas de Ginebra o Vodka premium) . Todo para dar un servicio excelente e integral desde el desayuno hasta la madrugada.
Nos encanta disfrutar de este lugar emblemático de Madrid, ¿a qué esperas para pasarte tú también?