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Baldomera Larra: el primer timo piramidal de Madrid en forma de Banco

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Las estafas financieras como las de Madoff , Afinsa, o Forum Filatélico, no son un invento del siglo pasado. De hecho, La picaresca, que tuvo su apogeo en la España del Siglo de Oro,  ha surgido por igual en tiempos de crisis como en los de bonanza.  En muchos de estos casos, popularmente conocidos como estafas piramidales,  no se sabe si es peor el timador o el timado, ya que ambos comparten una deseada ambición de incremento patrimonial en tiempo récord. Y Baldomera, una de las dos hijas que el  famoso escritor Larra tuvo en su fracasado matrimonio allí por la mitad del siglo XIX, no quiso ser menos , y creo su propio banco en Madrid, con el que literalmente, se forró.

Fue apodada “la madre de los pobres”; claro que esto fue antes de descubrirse el pastel. Baldomera estaba casada con un médico de la familia real de Amadeo de Saboya , el Dr. Carlos de Montemayor con quien tuvo varios hijos. Su marido se marchó a Cuba con la llegada de Alfonso XII y quedó nuestra protagonista en una situación de abandono y precaria pobreza, lo que le fomentó el ingenio y el instinto de supervivencia. Pidió prestado a una vecina suya una onza de oro, con la promesa de doblarle la cantidad al cabo de un mes, y no sabemos cómo, pero lo consiguió. Esto produjo que su feliz vecina fuera prodigando las capacidades financieras de Baldomera por medio Madrid, y aquí se inició el fructífero negocio : la caja de las imposiciones

En un pequeño local de la calle de los Madrazo, (antiguamente llamada de la Greda), Doña Baldomera recogía los depósitos  e iba pagando intereses de los mismos con puntualidad extrema. Es lo que se conoce como negocio piramidal: con el dinero que unos ponen, se van pagando los beneficios de otros que invirtieron previamente . Si ingresabas mil reales, te llevabas en el momento 333, ya como intereses, y otros tantos cada 30 días.  La bola piramidal crece infinitamente hasta que sus fundadores , en este caso Baldomera, consideran que ya tienen una fortuna acumulada suficientemente jugosa y huyen sin dejar rastro.

Tal fue el éxito , y las colas de gentes de Madrid que se agolpaban ante su pequeño local, que tuvo que mudarse a otro más amplio en la actual Plaza de la Paja. Madrid contaba en aquél momento con 300.000 habitantes y muchos de ellos quisieron ganar mucho dinero por la cara acercándose a su famosa caja de las imposiciones.

Un buen día nuestra “buena mujer” abandonó su oficina bancaria y metió en un saco lo recaudado hasta entonces, nada menos que 22 millones de reales, que para la época daba para comprar muchas casas. Aunque en un principio logró huir, volvió a España abrumada por su cargo de conciencia, y fue juzgada e inicialmente condenada. Pero como a veces pasa en este país, entre recurso y recurso, entre tribunal y tribunal, logró la cotizada absolución de su culpa allá por 1881 y quedó absuelta.

Así que si creemos que el negocio piramidal y la estafa financiera es cosa de nuestros días , estaremos equivocados: en Madrid, todo está inventado.


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DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

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