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La casa de fieras del Parque del Retiro

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El Retiro nos encanta, ya os contamos lo mucho que nos gusta y la cantidad y variedad de actividades que ofrece en otro de nuestros posts.También guarda multitud de historias y, por eso, hoy os vamos a hablar de la Casa de Fieras.

Ya desde que el Palacio del Buen Retiro se construyó en época de Felipe IV había un lugar dedicado a animales exóticos, especialmente aves. Este aviario había pertenecido originalmente al Conde Duque de Olivares, promotor del conjunto palaciego y que cedió parte de sus propios terrenos para su construcción, en los cuales estaba la pajarera. Se conocía jocosamente como el “Gallinero”, pues su colección de gallinas era lo que el Conde Duque más valoraba, hasta el punto de que solía regalar los huevos que ponían y les daba nombre a cada una de ellas, como a su favorita Doña Ana, cuya muerte le causó un gran disgusto. El hecho de que los madrileños siguieran llamando a todo el palacio el Gallinero, en un tono ciertamente despectivo, llevó a Felipe IV a darle al complejo el título oficial de “Real Sitio del Buen Retiro”.

Pero fue en 1774, durante el reinado de Carlos III, cuando se estableció la Casa de Fieras, el primer jardín zoológico como tal en el Retiro y en Madrid, en la zona de la actual Cuesta Moyano; fue además el segundo en crearse en Europa, después del de Viena. Formaba parte de las obras de remodelación del Salón de Prado como eje de paseo y de conocimiento, concebido como complemento del Museo del Prado, que iba a ser la sede de la colección de Historia Natural. Sin embargo, no tardó mucho en desarrollarse una faceta más lúdica en el zoo al organizarse luchas de leones, tigres y otras fieras como homenaje a mandatarios extranjeros o en celebraciones reales. Muchos de los animales que podían verse en este primer zoo procedían de las Américas, desde donde eran enviados por los virreyes y los gobernadores, pero no sólo pues había también leones, tigres o elefantes, uno de los cuales se contaba que había llegado andando a Madrid desde Cádiz, donde lo habían desembarcado.

Posteriormente la Casa de Fieras se trasladó a la zona de la Puerta de Alcalá, dentro del mismo parque del Retiro. Allí se construyó un recinto con forma de octógono, en cuya parte exterior estaban los animales más peligrosos, rodeando a los herbívoros que estaban en el centro. Pero con la invasión francesa este zoo, como el conjunto del parque, se deterioró enormemente y muchos de los animales murieron.

Cuando Fernando VII tomó la iniciativa de recuperar los jardines del Retiro hizo lo propio con la Casa de Fieras, que cambió de lugar en 1830 al que conocemos en la actualidad junto a la Puerta de Sáinz de Baranda. Esta zona se encontraba entonces dentro del Reservado, la parte del Retiro de disfrute exclusivo de la familia real y sus invitados y separada, por tanto, de la accesible al público en general.

Era un complejo con un edificio principal de planta rectangular con dos plantas, conocido como la Leonera. En la planta baja se encontraban las jaulas de los leones, tigres, hienas y chacales; la alta, que contaba entre su decoración con animales disecados, estaba dedicada al descanso de la familia real, aunque nos queda la duda de si alguien podría descansar allí con el olor que debía de llegar de las jaulas… En las proximidades del edificio estaban el quiosco de los monos, la elefantera, la osera y otros recintos para pavos reales blancos de Japón, llamas peruanas y gacelas africanas, entre otros animales exóticos. La manutención de la Casa de Fieras corría a cargo del Bolsillo Secreto de Su Majestad, los fondos reservados de la época, es decir, una partida de dinero que disfrutaba y distribuía el Rey a su antojo.

Cuando tras la Revolución Gloriosa de 1868 el Parque pasó a pertenecer al Ayuntamiento, la Casa de Fieras se le arrendó al famoso domador de la época Luis Cavana, un hombre de circo que le imprimió ese aire al zoo. Solía sacar a un cocodrilo a tomar el sol y a la elefanta Pizarro a bañarse todos los días al estanque. No es de extrañar, claro, que acostumbrada como estaba a pasear, un día la elefanta decidiera hacerlo por su cuenta, llegando a la Calle Alcalá y sembrando el pánico entre los viandantes hasta que fue capturada en una panadería en la que se había parado a tomar un tentempié.

En 1898, durante este período “circense” de la Casa de Fieras se celebró también una peculiar corrida de toros entre el elefante Nerón y el toro Sombrerito. Pareció una buena idea organizar este enfrentamiento al más puro estilo de las venationes romanas usando al pequeño paquidermo del zoo, esperando ver un combate épico. Sin embargo, ni Nerón ni Sombrerito parecieron muy dispuestos a luchar entre sí al verse cara a cara sobre la arena y, tras algunos tientos y una espantada de Nerón que hizo saltar la cadena que lo sujetaba por una pata, ambos animales decidieron ignorarse cordialmente. La indignación del público hizo a los organizadores sacar un toro más bravo sin obtener con ello resultados mucho mejores, aparte de algunas magulladuras que Nerón se llevó de recuerdo cuando lo devolvieron a su jaula de la Casa de Fieras. La experiencia, por tanto, fue un fiasco para suerte de los animales involucrados.

En 1920 la Casa de Fieras pasó de nuevo a depender del Ayuntamiento, momento en el que se le encargó al jardinero mayor el diseño de nuevos jardines para acondicionar la zona. Cecilio Rodríguez le imprimió una nueva impronta, transformando el parque en un jardín español, al estilo del Parque de María Luisa de Sevilla, para que pudieran contemplarse los nuevos felinos traídos del Sahara y de Guinea, a los que siguieron poco tiempo después avestruces, cebras, nuevos elefantes, antílopes, osos polares y un hipopótamo. Muchos de estos animales murieron de hambre durante la Guerra Civil o fueron sacrificados para el consumo humano.

Tras la contienda, sin embargo, llegó una nueva época de esplendor para la Casa de Fieras, que recibió numerosos animales evacuados de otros zoos europeos, especialmente del de Berlín, además de crear una clínica veterinaria. Entre los animales que vivieron en este período en el zoo del Retiro hubo también algunos famosos, como los camellos que habían participado en el rodaje de Laurence de Arabia o el oso polar Paco. Éste recorría su foso de un lado a otro y cuando llegaba a un extremo levanta una pata de manera muy similar a como Franco levantaba el brazo para saludar, de ahí el nombre que le dieron.

Tras un intento fallido en los años 50, en 1972 el entonces alcalde de Madrid Carlos Arias Navarro inauguró el nuevo Parque Zoológico en la Casa de Campo, abandonando, por tanto, las fieras para siempre la que había sido su Casa durante siglos.

La mayoría de las instalaciones se desmantelaron y los pabellones se ocuparon desde el comienzo de la democracia por la Junta Municipal del Distrito de Retiro. La Leonera es, desde 2013, una biblioteca municipal, en la que se han sustituido las antiguas jaulas por balconadas acristaladas que mantienen un cierto toque evocador de aquellas. Aún pueden verse también el foso de los monos, las dos jaulas cueva en las que residían los osos pardos, los estanques de los patos, la llamativa bancada de azulejo de la entrada principal diseñada por Cecilio Rodríguez o las estatuas de leones y osos que custodian los dos extremos del paseo central.

Sobre una de las antiguas grutas de los osos se ha colocado recientemente la escultura de un duende que representa al guardián del parque y, que según cuenta la leyenda, hizo de las suyas en época de Felipe V. Al rey le gustaba mucho pasear por los jardines y cada día encontraba nuevas flores y plantas, que parecían crecer de la nada. Los propios jardineros del parque no sabían dar explicación a tan asombroso hecho, así que el rey comenzó a plantearse la existencia de un duende que cada día cambiaba las flores para que sus paseos fueran siempre agradables y sorprendentes. Algunos trabajadores aseguraban incluso haberlo visto fugazmente. Cuando ya el parque era de acceso público, muchas parejas de enamorados decían haber visto o sentido a este peculiar habitante del Retiro; se decía incluso que las parejas que tenían la suerte de verlo disfrutaban para siempre de una relación estable.

Así que ya sabéis, la próxima vez que vayáis al Retiro no dejéis de pasar por lo que una vez fue la Casa de Fieras. No encontraréis leones ni elefantes, pero quizá os reciba el duende del Retiro y os cuente alguno de sus secretos, ¡no dejéis de contárnoslo!


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DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

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