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Enterrarse en la Almudena es posible si tienes 180.000 euros

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Antiguamente era costumbre enterrar a los muertos dentro de la ciudad, en los pequeños cementerios que las iglesias tenían alrededor. Como os contamos en otro de nuestros posts, esta práctica contribuía a hacer de Madrid una ciudad sucia y, sobre todo, maloliente, pues no siempre las tumbas estaban bien selladas y por las ranuras se escapaban efluvios de putrefacción.

Claramente, la costumbre no era nada saludable y por eso hace ya siglos que se prohibió enterrar dentro de la ciudad. El primer impulsor de esta medida fue Carlos III, tomando una de esas de decisiones que seguramente contribuyeron a que se ganara el título de “Mejor Alcalde” de Madrid. Pero la aplicación definitiva de la prohibición llegó con José I Bonaparte, quien también trató de mejorar la ciudad en lo posible, pero que obtuvo bastante menos reconocimiento que Carlos III y sí, a cambio, varios motes que los madrileños le dedicaron con mucha sorna y poco cariño. Quizá tuviera que ver el hecho de que algunas de las últimas personas enterradas en los cementerios de la ciudad antes de su decisión fueran los fusilados el 3 de mayo de 1808 por las tropas francesas comandadas en última instancia por su hermano Napoléon, el mismo que le colocó en el trono de España.

Sin embargo, si alguna vez habéis entrado en la cripta de la Catedral de la Almudena (para muchos la parte más bonita del templo), habréis visto numerosas tumbas en ella y, si tenéis en cuenta lo que os acabamos de contar y cuándo se empezó a construir, seguramente no os saldrán las cuentas.

La cripta de la Almudena se concibió originalmente para albergar los restos de María de las Mercedes, la primera esposa de Alfonso XII y la impulsora de la construcción de la catedral para sustituir a la malograda iglesia original de la Virgen de la Almudena. Aunque la reina fue enterrada finalmente en El Escorial, la perspectiva de tan ilustre inquilina hizo que muchas de las familias nobles y de la alta burguesía madrileña de la época decidieran costearse su enterramiento también en tan insigne lugar, comprando alguna de las capillas de la cripta. Algunos nombres que podemos reconocer con facilidad son los de los Marqueses de Cubas y Fontalba, los Marqueses de Urquijo o las familias Lanuza y Figueroa.

Pero la Almudena no es la única iglesia en la que las tumbas resultan “demasiado modernas”. Parece por tanto, que la prohibición hecha efectiva en su día por José Bonaparte no ha alcanzado a todos los madrileños y quienes tienen dinero suficiente se han podido seguir costeando una sepultura en algún lugar central de la capital, entre ellos la propia catedral. Incluso contraviniendo el Código del Derecho Canónico, que después del Concilio Vaticano II prohibió enterrar bajo las iglesias, con la única excepción de papas, cardenales y obispos diocesanos.

La realidad es que en la práctica nunca se ha dejado de enterrar en las iglesias de Madrid, al menos en algunas. De hecho, hace algunos años la archidiócesis impulsó la construcción de nuevas criptas en varios templos, concretamente los de San Martín, de San Ginés, de la Concepción y de la Almudena y, posteriormente, también en la parroquia de Santa Bárbara, donde se puede compartir última morada con Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza.

En todas estas criptas hay nichos y, sobre todo, columbarios que permiten dar cabida a más difuntos, lo cual resulta muy beneficioso teniendo en cuenta que enterrarse en estos emblemáticos templos de la ciudad se ha puesto especialmente de moda en los últimos años. Aunque, como podréis imaginar, esta opción no está al alcance de cualquier bolsillo; los precios oscilan entre las 25.000 pesetas que se pedían por las sepulturas de San Ginés en los años 70 y los 180.000 euros que se pagaban hace unos años por algunos nichos de la cripta de la Catedral.

Así que ya sabéis, si os animáis a daros este caro capricho comprad una hucha grande para empezar a ahorrar y daos prisa en reservar porque estos lujosos e históricos espacios para el descanso eterno ¡vuelan!


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DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

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