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El Templo de Debod: el mejor atardecer en Madrid

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Si os decimos la Montaña del Príncipe Pío, puede que muchos de vosotros no sepáis ubicar exactamente dónde se encuentra este lugar en Madrid. Si os decimos el Templo de Debod, seguro que todos los que vivís en la ciudad sabréis de lo que estamos hablando. Es un monumento único y de los más peculiares de la capital, ubicado en un lugar que alberga una buena cantidad de historia reciente de Madrid.

La Montaña del Príncipe Pío se encuentra entre la Plaza de España y las calles de Princesa, Marqués de Urquijo y Ferraz. Era parte de los terrenos de la Dehesa de La Florida y le debe su nombre a uno de sus propietarios, Francisco Pío de Saboya y Moura -Príncipe de San Gregorio entre otros muchos títulos-, que vivió entre los siglos XVII y  XVIII y construyó en la zona un lujoso palacio con suntuosos jardines que se convirtió en uno de los lugares más elegantes de la Corte. Posteriormente, Carlos IV adquirió y amplió los terrenos, mandando construir un palacio aún mayor y también la ermita de San Antonio de la Florida, única parte del complejo que se conserva.

Tras el levantamiento de los madrileños contra los franceses el 2 de mayo de 1808, muchos de los prisioneros fueron llevados a la finca del Príncipe Pío, ocupada por las tropas de Napoleón como punto estratégico. El lugar se convirtió en uno de los escenarios de los fusilamientos masivos que se produjeron en la madrugada del 2 al 3 de mayo, posiblemente los retratados por Goya en su célebre cuadro, aunque existen dudas al respecto.

Tiempo después, en 1860, se construyó en la zona el Cuartel de la Montaña como parte del proceso de urbanización de toda la zona. El complejo militar adquirió toda su notoriedad cuando se produjo la sublevación militar de 1936 que dio lugar a la Guerra Civil. El 19 de julio el General Fanjul se encerró con los sublevados en el cuartel, pero el ejército de la República lo sitió y acabó por tomarlo al poco tiempo, tras un ataque con artillería y con bombas lanzadas desde aviones en una acción militar decisiva, pues puso fin a la sublevación de Madrid y evitó, por tanto, la caída de la capital, que desde entonces resistiría tres largos años.

El edificio estaba totalmente destruido para el final de la guerra. Aunque se presentaron varios proyectos para desarrollar en el solar, ninguno se llevó a cabo, hasta que finalmente el Ayuntamiento decidió convertirlo en un parque, inaugurado en 1972 a la vez que el reconstruido Templo de Debod.

Este templo traía ya su propia historia a las espaldas cuando llegó a la Montaña del Príncipe Pío procedente de Egipto. Había sido un regalo del gobierno de ese país al español por su ayuda en el salvamento del conjunto de importantes edificios que iban a ser anegados por la construcción de la presa de Assuan, entre ellos de forma prioritaria el templo de Abu Simbel y los de la Isla de Filé.

El embalsamiento de agua hasta su límite máximo en el lago Nasser iba a suponer la desaparición de las antiguas tierras de Nubia y de todo el patrimonio arqueológico que existía entre la primera y la segunda cataratas del Nilo, un conjunto valiosísimo de monumentos, algunos aún no suficientemente explorados y que debían serlo en un tiempo récord y con ayuda exterior. Por ello, con el consentimiento de Sudán y de Egipto, la UNESCO se hizo cargo del proyecto internacional de salvamento del patrimonio arqueológico de la zona. El llamamiento a las demás naciones para que prestaran su ayuda indicaba que Egipto y Sudán serían generosos con quienes colaboraran y que incluso entregarían cuatro templos a los países que más destacaran en su colaboración.

La campaña fue un éxito. Trabajaron en la zona 24 países y 50 participaron en la financiación de la expedición. El modo de proceder consistió en el desmontaje de los templos piedra a piedra, tras su documentación, para ser luego montados de nuevo en sus nuevos emplazamientos. Sólo el templo de Amada, con unas espléndidas pinturas murales, sufrió un tratamiento distinto, pues desmontarlo supondría dañar las pinturas, por lo que se encerró en una caja de hormigón, se levantó y se trasladó sobre raíles a su nuevo emplazamiento unos dos kilómetros y medio más allá. El viaje duró tres meses.

Para España, la participación en este proyecto contribuía a superar el período de aislamiento internacional que había vivido desde el final de la Guerra Civil y por ello fue uno de los países que más contribuyeron, con dinero y con una expedición arqueológica propia dirigida por Martín Almagro Basch, director del Museo Arqueológico Nacional. Por su contribución recibió uno de los cuatro templos que los gobiernos egipcio y sudanés habían prometido, el de Debod, mientras que los demás fueron a Estados Unidos (Templo de Dendur, en el Metropolitan Museum de Nueva York), a Holanda (Templo de Taffa, en el Museo Nacional de Antigüedades de Leiden) y a Italia (Ellesiyya, en el Museo Egipcio de Turín).

El Templo de Debod fue fundado en la Baja Nubia -región atravesada por el río Nilo entre Asuán, en Egipto, y Jartum, en Sudán- 200 años antes de Cristo. Fue construido por orden del rey kushita Azechramon de Meroe y estaba dedicado al dios Amón de Debod, «padre de todos los vientos», y a Isis de Filé, «diosa de la maternidad». Posteriormente, fue embellecido y reformado por los faraones de la dinastía ptolemaica.

Se encontraba en el camino de peregrinación al santuario de Filé, centro del culto a Isis. De hecho, parece que cuando se instauró el Cristianismo en la zona se siguió permitiendo el culto a esta diosa en torno a este santuario, incluido el Templo de Debod. Se dice que aún quedan grupúsculos en la región que se reúnen para adorarla. Además, la relación del templo con Isis va más allá, pues según la tradición, fue en Debod donde sintió los primeros dolores de parto de su hijo Horus, que nació en Filé. Pero incluso se ha llegado a identificar un apéndice cúbico al sur del templo con el “mamisi” o “lugar de nacimiento”. De ser así, en el Templo de Debod estaría el lugar donde Isis dio a luz a Horus, ambos parte de la triada divina más importante para los antiguos egipcios, junto con Osiris, esposo de Isis y padre de Horus.

El templo estuvo varios años en la isla de Elefantina esperando para ser trasladado a España, lo que finalmente se produjo a comienzos de los años 70. Ya en Madrid, se reconstruyó no sin ciertas dificultades porque los planos no estaban suficientemente detallados y algunas partes se habían perdido en el viaje, entre ellas uno de los tres pilonos de entrada y también muchos sillares, que tuvieron que ser reconstruidos con piedra salmantina.

Todos estos datos y muchos otros sobre el Templo de Debod y su historia los encontraréis en el interior del mismo, convertido en un museíto que bien merece una visita. Así que animaos a conocer este lugar único de Madrid y, para los más románticos, no dejéis de ir a disfrutar allí de uno de los atardeceres más espectaculares que se pueden ver en la Villa y Corte.


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DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

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